Dominga recuerda que más o menos a la edad de 9-10 años comenzó a tejer, con lo que aprendió a tejer fue la Palma, porque la fibra de plástico llego entre los años 90 o 91, empezó a tejer porque su familia no tenía con que mantenerse económicamente. En el pueblo lo que más se tejía eran tenates grandes, y en este tiempo les pagaban aproximadamente $1.50 cada uno, lo cual era bastante, pues compraban con 5, 10 centavos muchas cosas.
Los primeros en dejar el pueblo fueron sus hijos, siguiendo a sus tíos. Esto causo dos sentimientos a en Dominga, felicidad y tristeza. La primera porque sabía que ellos iban en busca de mejorar su calidad de vida, pero al mismo tiempo triste, pues solo se quedaría ella y su esposo en el pueblo. Sus hijos al ver esta tristeza le dijeron que mejor fueran con ellos, y así lo decidieron. Aunque vivir de nuevo juntos le causo mucha alegría, no pudo dejar de sentir nostalgia por dejar su pueblo, su casa, sus animalitos, y todo lo que ella sentía como su hogar. Al nuevo lugar se ha acostumbrado poco a poco, el clima le parece igual, pero el agua no tiene ese aroma dulce que ella recuerda de la de su pueblo. Su pueblo es seco, casi no hay frutas, pero en estos meses de verano puede encontrar duraznos, zapote blanco, aguacate. Dominga recuerda que más o menos a la edad de 9-10 años comenzó a tejer, con lo que aprendió a tejer fue la Palma, porque la fibra de plástico llego entre los años 90 o 91, empezó a tejer porque su familia no tenía con que mantenerse económicamente. En el pueblo lo que más se tejía eran tenates grandes, y en este tiempo les pagaban aproximadamente $1.50 cada uno, lo cual era bastante, pues compraban con 5, 10 centavos muchas cosas. Para sus 12-13 años comenzó a realizar tejidos con figuritas como flores, pajaritos y letras. Al principio su mamá le enseñaba, pero poco a poco, ella fue aprendiendo, con la ayuda de otras personas que sabían hacerlas, y al mismo tiempo ella experimentaba con popotes a realizar sus propias figuritas, como hasta ahora.
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Las primeras fábricas textiles en Tlaxcala se establecieron entre 1876 y 1901 en lugares próximos a ríos y a vías del tren (Rosales, 2003); poco a poco los llanos cubiertos de milpas y magueyes se empezaron a llenar de enormes construcciones (Santibañez, 2000). En Puebla las textileras se establecieron un poco antes que en Tlaxcala. Las primeras se instalaron en Haciendas; aprovechando la infraestructura existente y la mano de obra barata del lugar (Gutiérrez, 1996), así como las estructuras de poder previamente establecidas. En Tlaxcala quienes establecieron las fábricas textiles fueron en su mayoría, españoles radicados en Puebla (Santibañez, 2000). De acuerdo con Rosales (2003) “la industria fabril aprovecha a la población artesano-campesina para extraer de ella grandes ganancias en una forma que representa menos riesgos ya que le da un mayor margen de ajuste al mercado”; idea que se extiende a todo esquema de producción en el sistema económico actual, ésta idea se asume y se ejerce como algo dado, como el destino de unxs y de otrxs: existen los que piensan y los que hacen, los de arriba y los de abajo. Al pensar en la industria muchas veces imaginamos procesos absolutamente mecanizados, como si en los procesos no existieran seres humanos: nunca nos imaginamos a la gente que interactúa con las máquinas, a las personas que producen las cosas que consumimos. . Conoce mas de Juan Cuatecontzi Entre 1960 y 1970 las principales textileras fueron cerrando sus puertas. Lo que ocurrió en Tlaxcala es muy interesante, porque frente al importante cambio económico y social del desarrollo y mantenimiento industrial la comunidad respondió adaptándose a través de la formación de talleres domésticos de textiles: trabajo doméstico autogestivo. En palabras de Gutiérrez (1996), el ritmo del proceso de industrialización en los textiles permitió, durante mucho tiempo, la coexistencia de formas productivas con tecnologías desiguales (artesanales e industriales) De acuerdo con Rosales (2003) la existencia del sector artesanal influye en que en la entidad predomine la pequeña y mediana industria operada con máquinas antiguas y poca inversión de capital. En RECREAR la historia que leemos en Contla, Tlaxcala es que a pesar de que la región tiene; tanto las tecnologías como la habilidad y el saber técnico, sigue trabajando como mejor puede con lo que tiene. El hecho de que cierto tipo de industria se desarrolle en determinada región provoca un fenómeno en el cual, una región que funcionaba como complejo industrial (cluster) disfruta de los ‘beneficios’ mientras lo que es producido sea valorado económicamente y en el momento que una fábrica quiebra la región quiebra. El capital se mueve y escapa de las regiones ya quebradas. Otro ejemplo de esto es Detroit, o sea, pasa hasta en ‘las mejores familias’. Sin la ayuda de regulaciones de un país las empresas truenan a la gente y ahora a regiones enteras. Referencias:
Gutierrez Álvarez, Coralia. (1996). La industria textil en Puebla y Tlaxcala durante el Porfiriato. Revista de la Universidad UNAM, 545, 42-46. Rosales Ortega, Rocío. (2003). Tlaxcala ¿un distrito industrial?. Sociológica, 51, 161-163. Santibáñez Tijerina, Blanca Esthela (2000) “En las Márgenes del río Zahuapan. La industria textil en Tlaxcala”, en Historia e Imágenes de la Industria Textil Mexicana Puebla, Tlaxcala y Veracruz, Puebla, Cámara de la Industria Textil de Puebla y Tlaxcala, Gobierno del Estado Libre y Soberano de Puebla, KoSa México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, pp. 89-121. Para ganarte el crop huipil que quieras lo que tienes que hacer es: 1. Leer la entrada de SAN QUINTIN en nuestro blog. 2. Darle me gusta desde tu facebook , instagram , twitter , tumblr 3. Compartirlo en tu muro de manera pública o en cualquiera de tus redes sociales. 4. Comentar en el post de SAN QUINTIN por qué es relevante el tema de SAN QUINTIN para lxs consumidorxs. Los hechos ocurridos en campos mexicanos ha atraído la atención mediática por la desastrosa manera en que las multinacionales y el gobierno Mexicano han tratado a sus ciudadanos. En RECREAR consideramos que el movimiento laboral de SAN QUINTIN logra visibilizar y enunciar las cuestiones clave de la relación producción y consumo: ¿cuánto gano? ¿en cuánto se vende lo que produzco? Los valores de una sociedad que permite la explotación por conveniencia son evidenciados por el hecho de que determinado estrato social se dedique casi exclusivamente a producir bienes y servicios para otro estrato social. La idea propiciada por economistas como el Rector del ITAM Arturo Fernández Pérez y el economista y político Jesús Federico Reyes-Heroles González Garza de que el libre mercado es justo, benéfico, auto regulado y que provee a todxs; es ampliamente promovida pero no por esto certera. Como describe Ha-Joon Chang es este el punto de vista el que justifica la injusticia, el de la economía neoclásica que sirve también como base para el enfoque neoliberal. En ese pensar el mercado es mirado como un mecanismo perfecto. Es el estado el que acota el mercado: al definir a qué edades es posible trabajar, cuál es el salario mínimo, delinear regulaciones ambientales: eso es definir el mercado. Lo que se nombra cuando se dice libre mercado es a aquellas regulaciones que le son convenientes a los intereses privados; a las que no se les llamará proteccionistas y tachará de retrógradas (como pasó en el caso de San Quintin).
Estas regulaciones proteccionistas fueron sin embargo las que permitieron el desarrollo de economías como la estadounidense. Chomsky comparte el argumento, declarando que fue por los ignorar los consejos para el crecimiento pro-libre mercado (basados entonces en consejos de Adam Smith pero muy similares a los que hoy promueve el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional) como se libró Estados Unidos de ser uno más de los países del tercer mundo; “que fue así, prácticamente, como el tercer mundo se originó”. Los jornaleros organizados de Baja California (la mayoría originarios del centro y sur de México) se han parado a hacer frente a las situaciones inhumanas de explotación, humillación, abuso y dominación a la que son sometidos en las infinitas jornadas laborales. Ante esto la respuesta ha sido más violencia y represión: la lucha siguió, la resistencia creció. Mejores condiciones (sueldos y prestaciones) para los trabajadores significan menos ganancias para los empresarios e inversionistas: por ello la conveniente desacreditación de los movimientos obreros que se respalda por todas las clases sociales (“Flojos, que se pongan a trabjar”). Con esta respuesta que surge del desconocimiento, sin ser los explotadores, fortalecemos a los opresores: ignorando a los trabajadores y sus derechos. Preguntas clave: ¿En qué situación quedan los ciudadanos cuando se convierten en partes reemplazables en una línea masiva de producción donde eficacia y rapidez van encima de salud y bienestar? ¿Cómo se puede trazar una línea entre el público general y las luchas laborales? ¿Cómo consumidores queremos visibilizar estos problemas, estamos dispuestos a pagar por esta visibilización? Ante un sistema de explotación y creación de necesidades, despojo de los bienes primarios para la subsistencia, violencia estructural a todos los niveles sólo podemos responder organizadamente. Viendo y señalando que el trabajo institucionalizado es un centro legal de violencia y dominación, especialmente para ciertos sectores sociales. Que más trabajo no siempre corresponde a mayor ingreso. Lxs Jornalerxs de San Quintin fueron satanizados, violentados y reprimidos por fuerzas del Estado; etiquetados como malagradecidos con “los patrones” que sólo necesitan "ponerse a trabajar". Está claro que el mercado libre no se auto regulará. Tristemente, al hacer esto en México se corre el riesgo de perder la vida. Organicémonos no sólo para exigir una mejora en las condiciones de trabajo (que finalmente es nuestra vida), como los jornaleros de San Quintin que no han soportado ni un día más la esclavitud laboral, sino también organicémonos para buscar otras formas de vida fuera de las estructuras de trabajo. INSTRUCCIONES PARA PARTICIPAR EN LA DINÁMICA CROP HUIPILEl sistema laboral, muchas veces, nos hace vendernos a nosotrxs mismxs como mercancía. El optar por la migración (dentro del país o fuera) con todos sus peligros, esfuerzos y sacrificios adicionales puede tomarse como prueba de lo difícil que es encontrar las condiciones para vivir.
El trabajo es parte y manifestación de un sistema social. Las clases obreras hacen, no sólo los bienes que todxs consumimos, si no que -de alguna manera- producen el capital que se relocaliza en clases medias (y altas), el cuál es a su vez es acumulado y no redistribuido. El capital no es redistribuido de manera simétrica.
Hace dos años el licenciado Epifanio López Gutiérrez introdujo a la comunidad telares de pedal, para trabajar hilos de algodón. Marcelina Hernández Bautista fue de las primeras en sumarse al proyecto del licenciado. Primero entró para aprender y porque el licenciado les pagaba, “para el refresco” por una jornada de trabajo en el taller. El primer telar era del licenciado, pero después el grupo se organizó y por medio del Centro de Desarrollo Indígena consiguió el apoyo para tener sus propios telares. Ahora en el taller, Marcelina y sus compañeras tienen la oportunidad de hacer su propia producción y experimentar con la técnica. El grupo se dedica sobre todo a hacer bolsas que conjuntan el tejido de palma con el telar de algodón. También elaboran rebozos, manteles y demás textiles. La producción artesanal, a diferencia de la producción industrializada y masificada, permite un espacio de creatividad. Marcelina disfruta mucho trabajar en telar de algodón, dice que le gusta experimentar y mezclar los colores y los diferentes hilos. Marcelina le ha transmitido este gusto por el tejido en telar a su hija.
Cuando hablamos de producción industrial, nos solemos imaginar grandes maquinarias funcionando solas; sin humanos, y con una tecnología autosuficiente. Si bien hay máquinas muy avanzadas, se necesitan humanos que las usen, las controlen, las reparen. Muchos procesos mecanizados en la producción no son para “sustituir al humano” sino para facilitar algunas técnicas y mediar un proceso de creación distinto. Lo que es más importante, la producción mecánica no tiene porque conllevar condiciones laborales ínfimas ni un mal pago; quienes están trabajando con la máquina siguen siendo personas, con toda la sensibilidad, creatividad y dignidad que significa. Durante nuestra visita en Contla conocimos el taller de la familia Cuatecontzi, y pudimos apreciar, de primera mano, la creatividad, el esfuerzo manual, y el conocimiento ingenieril que conlleva un telar mecánico. Los telares mecánicos impulsaron una serie de cambios sociales alrededor del mundo, y México no quedó atrás. Desde 1800’s se comenzaron a importar máquinas para la producción industrial de hilo y telas. En el Porfiriato se impulsó la industria textilera en el valle Puebla-Tlaxcala. Con el paso del tiempo las fábricas de textiles (hilatura y tejidos) se volvieron el sector industrial más importante de la región. Dentro de este sector se encuentran distintas formas de producción, maquilas grandes, talleres más pequeños y hasta productores individuales, cuyo trabajo con la máquina es más bien artesanal y no producción masiva. Juan Cuatecontzi, es originario de Contla (Tlax.), y creció alrededor de la industria textil. Su mamá tenía una máquina de telar. Y aunque Juan se dedicó a los textiles, no se quedó en su ciudad, estuvo moviéndose a lo largo de la república, trabajando de “corretero”, arreglando las máquinas. Un día decidió comprar su propia máquina, y hace 20 años dio inicio a su taller familiar. Durante un tiempo mantuvo su trabajo como corretero. Llegaba de la fábrica para seguir trabajando en su casa. Sus hijos se empezaron a involucrar poco a poco. Actualmente Juan lleva el taller con su hijo Abraham. Tejen rebozos, los cuales venden sobretodo en Santa Ana Chiautempan (Tlax.). El taller de la familia Cuatecontzi se encuentra muy cerca de su casa, y les permite mantener una producción por medio del empleo autogestivo. Sus telares son en si mismo una pieza histórica, con unos ochenta años de antigüedad. En su mayoría de un fabricante que ya ni siquiera existe. Para lograr las texturas y las tramas de los rebozos, se necesita un gran conocimiento de la máquina. Es casi como un proceso de deconstrucción, de desmenuzar los entramados y traducirlos en un sistema tipo binario; con que una piececita salga de su lugar, y el tiraje se arruina. Los rebozos Cuetencontzi son realizados con acrylan: son producidos con cuidado y entrega. A diferencia de la mecanización de la humanidad misma que sucede en las maquiladoras, en el taller familiar hay lugar para la creatividad, tratos justos y dinámicas autogestivas.
Para ganarte el crop huipil que quieras lo que tienes que hacer es:
1. Leer la entrada de ZONAS FRANCAS en nuestro blog. 2. Darle me gusta desde tu facebook . 3. Compartirlo en tu muro 4. Comentar en el post de facebook de ZONAS FRANCAS por qué es relevante el tema de Zonas Francas para lxs consumidorxs. ¿Alguna vez te has preguntado quién ha elaborado tu computadora? ¿Quién ha ensamblado tu teléfono o tus pantalones de mezclilla? No, no es una máquina; aunque no lo creas la manufactura industrial sigue siendo un proceso realizado por seres humanos, aunque se traten de “automatizar” los ritmos de trabajo. En las industrias maquiladoras las personas pasan a un segundo plano, y los objetivos principales son el rendimiento y la optimización de los recursos productivos. Para poder llevar a cabo producciones masivas a bajo costo, las industrias maquiladoras han fragmentado el ensamblaje en procesos transnacionales (por ejemplo, una parte del producto se hace en Asia y luego se ensambla en Latinoamérica) y han construido nuevos espacios de acumulación capitalista donde se rigen bajo sus propios términos, protegiendo el capital sobre la calidad de condiciones laborales o siquiera del producto. Mucho se ha hablado sobre el caso de las industrias en China o el drama de la explotación en barcos en aguas internacionales, sin embargo, estos escenarios se vistan como distantes y ajenos a nuestra vida cotidiana (a pesar de que nuestro celular se haya hecho ahí). Sin embargo, en México contamos con nuestros propios espacios geográficos del capitalismo neoliberal. Las zonas francas, también conocidas como EPZ (por sus siglas en inglés) o Zonas de Procesamiento Exportador, son zonas cerradas con puntos de accesos controlados donde se goza de beneficios tributarios (excepción de pagos de derechos de importación, impuestos, etcétera).
La OIT enfatiza que "una característica lamentable de muchas zonas francas es que los trabajadores, hombres y mujeres, quedan atrapados en unos empleos poco retribuidos y que requieren pocas capacitaciones. Se los considera fácilmente reemplazables, y sus preocupaciones no reciben atención suficiente en las relaciones laborales y sociales". Las zonas francas forman parte de la tendencia neoliberal por producir mano de obra “desechable” al catalogarlos como trabajadores “no expertos”. El ensamblaje fragmentado no permite un conocimiento sobre el proceso de producción completo, reproduciendo la “falta de conocimiento” de los trabajadores. Estas zonas normalmente se establecen con el objetivo de atraer inversiones (normalmente extranjeras) y promover el “desarrollo” económico de la región. En las zonas francas con frecuencia se instalan industrias maquiladoras, plantas procesadoras o almacenes para mercancía en tránsito. De acuerdo con la OIT la industria de la maquila produce artículos de exportación por valor de 5.000 millones de dólares al año, lo que corresponde a más del 30 por ciento del total de exportaciones de México. Las maquiladoras han operado en México desde 1965, pero es hasta con NAFTA en 1994 que se crean más de 1.2 millones de empleos. La fuerza de trabajo de las Zonas Francas son sobre todo mujeres, aún más frecuentemente en los sectores de confección, en el cual más del 90% son mujeres. Las mujeres empleadas vienen normalmente de pueblos pequeños o áreas rurales. Las maquiladoras normalmente contratan a mujeres para posiciones que no requieren experiencia previa o habilidades específicas, de la misma manera las fábricas consideran a las mujeres empleadas de corto plazo. En las maquilas se disuade a las trabajadoras acerca de la sindicalización, se les amenaza con despidos o con ponerlas en la lista negra. De acuerdo con Jessica Livingston en su artículo “Asesinatos en Juárez: Género, violencia sexual y línea global de ensamble” las maquiladoras emplean sobre todo mujeres jóvenes, ya que de acuerdo con los empleadores “las mujeres están mejor dotadas para el trabajo de fábrica por su destreza manual y su habilidad para tolerar trabajo tedioso y repetitivo”. Las Zonas Francas no son algo extraordinario, son una tendencia actual, global y dominante. Antes de preocuparnos por comprar lo “más barato”, tratemos de pensar en la clase de industria que estamos apoyando. En las maquiladoras no trabajan “máquinas”, sino seres humanos, y aunque no podemos cambiar por completo la estructura del mundo, sí podemos, poco a poco, apoyar otras formas de producción, y advocar por los derechos laborales y una calidad de vida digna. Gracias a Carlos Daniel Mo por las ilustraciones. PARA SABER CÓMO GANARTE UN CROP HUIPIL DA CLICK AQUÍ
Hasta hace unos meses, en Recrear no estábamos al tanto del papel de la seda en el trabajo artesanal en México. El uso de la seda, como tela, para pintar o hacer ropa nos resonaba, pero una larga tradición de sericicultura en lugares tan distantes como la huasteca potosina, y Oaxaca, nos era desconocida. Gracias a un rencuentro con amistades familiares del pasado, tuvimos la oportunidad de conocer, de primera mano, la producción artesanal de seda; desde su crianza hasta el tejido de hermosos rebozos. En esta entrada les compartimos un poco de lo que aprendimos. Los monjes sembraron morera, la planta de mora que alimenta a los gusanos, a lo largo del país; de San Luis Potosí, pasando por Michoacán y hasta la sierra oaxaqueña. Hoy en día la producción de seda se mantiene en pocas comunidades en Oaxaca, Veracruz y San Luis Potosí. Asimismo, dentro de estas comunidades son muy pocos quienes se dedican a la producción textil. La gran mayoría se dedican a cosechar e hilar la seda para exportación o venta. Nosotros visitamos San Pedro Cajonos en la Sierra Norte de Oaxaca, de los únicos lugares donde se lleva acabo el proceso entero, desde la crianza de los gusanos hasta el tejido de los rebozos. El oficio de la seda se ha transformado con el paso del tiempo. Al igual que otras producciones artesanales, diferentes procesos sociales y económicos han cambiado el papel de la seda en la comunidad y en el mercado global. Hace tres o más generaciones, la seda era una actividad importante, mas no era una fuente de ingreso. La producción de la seda es un proceso muy delicado, uno debe dedicarse por completo y ser terriblemente cuidadoso con los gusanos y su bienestar. En este sentido, las familias que debían estar en el monte o en otros oficios, no tenían siquiera la oportunidad de dedicarle tiempo a la seda; y por lo tanto, era un práctica para las familias de mayor posición social. Además, sólo las mujeres se dedicaban a la sericicultura; hoy en día, los hombres ayudan a la crianza de los gusanos, y algunos inclusive al hilado de la seda.
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recrearNo maquilamos co-creamos, alejándonos del enfoque tradicional de los proyectos productivos basados en la maquila homogénea de objetos tradicionales. archivo
August 2015
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