El sistema laboral, muchas veces, nos hace vendernos a nosotrxs mismxs como mercancía. El optar por la migración (dentro del país o fuera) con todos sus peligros, esfuerzos y sacrificios adicionales puede tomarse como prueba de lo difícil que es encontrar las condiciones para vivir.
Es muy común encontrarnos a una hora pico en alguna zona industrial, una construcción o un condominio residencial con grupos de personas caminando, obreros acomodados en un cajas de pick-ups, montones de personas esperando el transporte público ¿Cuánto tiempo del día se gasta en los trayectos hacía el trabajo? ¿Cuánto dinero se gasta en transporte? ¿Qué tan libres son las personas de elegir si la oferta laboral obliga a desplazarse en sus horas libres por un salario que les alcanzará apenas para vivir? Muchas veces hemos escuchado frases como “Pues que si no les gusta consigan otro trabajo” o “Debieron haber estudiado”; ni a la clase -condescendientemente- llamada “trabajadora” ni a sus hijxs les está prohibido estudiar, pero el sistema se los hace imposible: trabajar o estudiar. |
El trabajo es parte y manifestación de un sistema social. Las clases obreras hacen, no sólo los bienes que todxs consumimos, si no que -de alguna manera- producen el capital que se relocaliza en clases medias (y altas), el cuál es a su vez es acumulado y no redistribuido.